El despertador, ¿amigo o enemigo?

Nuestros despertadores nos despiertan, bien, pero no nos ayudan a llegar a la hora prevista a nuestros quehaceres, ¿qué tal si pensamos en que todos los despertadores estén controlados por satélite y que distribuyan el tiempo y las personas en función del tráfico y los demás factores que nos afectan para poder llegar a tiempo?

Les presentamos el Terminal Sincrotrans, en él habremos configurado el lugar adonde vamos, el tiempo que tardamos en estar listos, el medio de transporte que usaremos… Y el despertador sonará a la hora necesaria para que todos lleguemos a nuestro destino. El ordenador central que dirige el Sistema Sincrotrans tendrá en cuenta que no deberán coincidir en el mismo medio de transporte más personas de las que éste pueda absorber y nos distribuirá en consecuencia.
También deberemos configurar, en nuestro terminal, nuestro índice de tolerancia al desastre. Se priorizará la distribución de personas con baja tolerancia al desastre ya que pueden distorsionar los desplazamientos de los demás usuarios y minar el objetivo último de este dispositivo: la armonía universal.

En algunas ocasiones es necesario comprobar la gravedad del caso. Una vez hayamos detectado que el sujeto es de tipo 3 [se cree muy listo], hemos de medir el alcance de su temperamento y debemos proceder de esta manera: Preguntémosle si le gustaría hablar consigo mismo. La intensidad de una respuesta afirmativa será proporcional a la gravedad del caso. El sujeto puede incluso haber pensado en dispositivos para lograr su deseo. H.M.M. (mujer, 30 años, Burgos) reconoció haber barajado la idea de hacer un programa de radio en el que se grababa haciendo una serie de preguntas para luego responderse.
…”

En Las calañas y las calañas de Ramón Jurado-Poch.

El hombre del torso desnudo

Es sabido que el verano desinhibe a las personas, por un lado, y que las recalienta, por otro. Buen ejemplo de la confluencia de estos dos aspectos es la cantidad de piel que algunas personas exhiben orgullosas. La base objetiva de este orgullo es variable y de ahí que el impacto que cause la visión de según qué sea más variable aún.

Una tarde de un prematuramente caluroso junio se paseaba por una calle muy concurrida un hombre con el torso desnudo. Sudoroso como iba nadie osaba acercarse a él, lo que provocaba que el resto de transeúntes reservara para él un espacio a su alrededor para evitar roces pringosos. Nuestro hombre sigue andando, a salvo de los empujones y ajeno a las caras de desagrado con que le miran algunas mujeres mayores.
De pronto una chica sale de la farmacia corriendo para coger el autobús que se acerca. En su carrera choca con el hombre del torso desnudo, y mirando con asco el sudor del hombre en su propia piel, le increpa:
-¿Pero qué haces? ¿Es que quieres darles ideas a los que tienen más barriga que tú?
La carcajada fue general.