San Pancracio, el maltratado
Está muy extendida la creencia de que San Pancracio da suerte en el trabajo. De hecho, no es extraño ver una imagen del santo en establecimientos de lo más variado, con una moneda de las antiguas 25 pesetas ensartada en el dedo o con una ramita de perejil. Las ceremonias cambian según el lugar y, por ejemplo, en Elche es costumbre castigar a la figurita si su intercesión no es efectiva.
Una tarde de verano dos mujeres de mediana edad hablan por teléfono cada una desde su negocio, una regenta un bar y la otra una pastelería. Aburridas por la falta de clientela, ya habían encerrado a sus respectivas figuritas de San Pancracio cada una por su lado, una en un armario y la otra en el congelador.
La del bar decide cerrar el negocio y reunirse con su amiga en la pastelería. Allí las dos, muy enfadadas con el santo, lo sacan del congelador y empiezan a maltratarlo a conciencia. Lo golpean contra el mostrador, lo tiran al suelo y pronto tenemos a dos mujeres hechas y derechas liándose a patadas y pisotones con la figurita.
Esta vorágine se ve interrumpida por otra, la de un tropel de clientes que llenan de repente el local.
Y alguien dirá quizás: «¿Vendrían del bar al encontrarlo cerrado?».
Bien, y añadamos a eso: «¿O es que San Pancracio reaccionó tras la tortura?».