ONG de Liberadores de Objetos Sin Fronteras: Fascículo 12
El crema solar factor sorpresa
Si a un bote de crema solar le quitamos la etiqueta, ¿se vuelve crema factor sorpresa?
Nota: no lo hagan en sus botes, quemarse no es divertido.
Si a un bote de crema solar le quitamos la etiqueta, ¿se vuelve crema factor sorpresa?
Nota: no lo hagan en sus botes, quemarse no es divertido.
¿Cuántas mecheros son sustraídos diariamente? Muchos. Y muchas veces el ladrón ni siquiera es consciente del hurto, pero pensando en las veces que sí. ¿No será buena idea elegir un mechero que disuada al ladrón por su fealdad?
Como ejemplo, un caso real: me consta el caso del dueño de un mechero Clipper con la inscripción «Gibraltar español» que lo usaba a diario a desde hacía unos veinte años. Obviamente había ido recargando el gas y reponiendo la piedra, pero el chasis y su inscripción habían perdurado y logrado su cometido: alejar a los amigos de lo ajeno ya que éstos no deseaban poseer algo tan feo.
De nuevo, la pieza que ilustra este texto puede encontrarse en TodoColección.
Miles y miles de personas confían en ellos para resolver sus problemas, ¿no es hora de que liberemos a estos productos de tanta responsabilidad?
Estas figuritas con forma de elefantes, gatos, tortugas, pirámides… pueblan las estanterías y alacenas de numerosos hogares desde hace décadas. Siempre alineados según su tamaño, siempre en formación, siempre de tres en tres. Si bien es cierto que el número tres es el menor número que proporciona una noción estética de serie, no debería haber nada que impidiera que se presentaran las figuritas en otras cantidades.
Desde estas líneas y según la fealdad de las figuritas, me atreveré incluso a sugerir el uso de otro número, el cero.
Quienes no compartan esta opinión, pueden conseguir los tres magníficos elefantes de la imagen en TodoColección.
Estos pobres expendedores que proliferan en nuestros lavabos están condenados a ser ingratos desde el mismo momento de su creación. Nunca permiten a sus usuarios servirse más que insuficientes trocitos de papel, en pequeñas y frustrantes dosis. Se podrá rebatir que se trata de una medida de austeridad para economizar papel. Ante eso diré dos cosas:
La primera, también de intenciones austeras podría estar el infierno lleno.
Y la segunda, ¡no está funcionando!
Dejen de tratarnos paternalistamente como a inconsistentes despilfarradores de papel y, sobre todo, no obliguen a estos pobres expendedores a ser tan roñosos y déjenlos expender con ganas, sin esa ridícula expresión mojigata.
Pd: ¿Por qué estos expendedores de papel van invariablemente acompañados de expendedores de jabón de manos en espuma? ¿Nuestras manos no merecen algo más que un triste escupitajo de aire espumoso?
¿Cómo de grande tiene que ser la cosa que metamos en el sobre de nuestro voto para que sea éste considerado nulo?
Veamos, si un pelo cae accidentalmente dentro del sobre probablemente nadie repare en ello, pero ¿y si se trata de algo más grande como un mosquito? quizás sea considerado un accidente. ¿Y si fuera una mosca? (muerta, se entiende). El accidente ya no está tan claro, empezarán a sospechar que estamos implicados. ¿Dependerá quizás de cuán repugnante sea lo que acompañe al voto? El límite siempre es nuestra imaginación.
Nota: Se equivocaría quien intentara buscar entre líneas una apología de algo. No se pretende inducir a nadie a meter nada en ninguna parte, que cada uno meta donde quiera lo que, en conciencia, le parezca oportuno.
Las maletas deben contener todos los objetos que necesitamos para hacer nuestra estancia fuera de casa lo más cómoda posible. Ningún objeto más. Sin embargo, el catálogo de objetos inútiles puede a veces alcanzar lo surrealista: desde zapatillas de estar por casa para ir de camping, hasta paraguas para visitar el Sahara, pasando por todo tipo de prendas que uno no se pondría jamás si estuviera en su entorno habitual y que no llegarán a salir de maleta. ¿Cómo se pretende encontrar la comodidad en el caos?
Hay personas que, a modo de caracol, parecen transportar equipaje para mudarse de país aunque viajen por escasos días, y esto les provoca una preocupante obsesión por ser objeto de un robo. Quizás hubieran suavizado su obsesión si dejaran a buen recaudo sus objetos de gran valor sentimental o no acarrearan un neceser valorado en más de 600 euros.
Alguien me dirá que es posible que alguna de esas cosas acaben resultando útiles, a lo que responderé que tanto o más útil es llevar 10 metros de cuerda o una navaja suiza, cosas que, por cierto, acostumbran a llevar personas cuyas maletas pesan bastante menos. Aprendamos de ellos.
Las cacerolas, como recipientes ideados para cocinar, resisten bien el calor y permiten cocinar en condiciones higiénicas. Poco más se les tendría de pedir. Sin embargo se les pide que además se contengan las unas a las otras formando una pila, más o menos estable. Esto supone un gran hallazgo para la comodidad en el hogar, no diré lo contrario, pero tiene consecuencias: ¿Qué culpa tiene la cacerola más grande para ser relegada al fondo de la pila? ¿Por qué acaba oxidada por el desuso y el roce continuo causado por la pereza que da retirar todas las otras cacerolas para llegar hasta ella? ¿Por qué ha de modificarse, tan paulatina como inexorablemente, su labor para acabar siendo un mero contenedor que cobija a las demás cacerolas mientras ella misma pierde su identidad?
En principio uno usa posavasos para no ensuciar.
Analicemos: si lo que colocaremos sobre el posavasos ensucia, hubiera ensuciado la mesa, ahora ensucia un posavasos. ¿Qué ganamos con esto? limpiar más ¿es que acaso eso nos divierte?
Algún avispado dirá: «No se limpia más porque la mesa no se ha ensuciado». Ya, y ahora me diréis que alguien capaz de poner un posavasos no limpiará la mesa. Limpia eso y más, os lo digo yo.
De los que ponen posavasos bajo cosas que no ensucian sólo diré que esa obsesión decorativa contra la suciedad raya lo morboso.
Los objetos que nos acompañan en el día a día están invadidos. La publicidad los ocupa en forma de extravagantes etiquetas.
¡Basta de que nuestros botes de productos de uso diario sean convertidos en anuncios publicitarios!
Liberémosles ya de esa carga, despeguemos esas etiquetas que solo afean el producto. Contemplemos a todos los productos juntos, primeras marcas con marcas blancas, por fin todos iguales, como realmente siempre fueron, son y serán.
Descubriremos además que estos productos están dotados de un sistema de seguridad: los restos de pegamento harán que nuestras manos se adhieran al producto, favoreciendo así un perfecto agarre.
No más desodorantes por los suelos, ¡caray!