Ya no sabe qué hacer.
Piedra
Por la mañana al desconchar el azucarero de vidrio con un golpe seco contra el mármol blanco descubre que su derecho es pedir a gritos tener razón.
Papel
Más tarde, al pasar bajo las líneas de luz de las persianas descolgadas siente que todo vale el nombre que lleva, y el tuyo le suena tan dulce.
Tijera
Al volver sobre sus pasos y notar el ardor de la arena incrustada entre las uñas que arañaron metal sabe que aún guarda las palabras que tú le prestaste para explicar que ya no te besa.
Y no te las va a devolver.

Marnie Braddock

San Pancracio, el maltratado

Está muy extendida la creencia de que San Pancracio da suerte en el trabajo. De hecho, no es extraño ver una imagen del santo en establecimientos de lo más variado, con una moneda de las antiguas 25 pesetas ensartada en el dedo o con una ramita de perejil. Las ceremonias cambian según el lugar y, por ejemplo, en Elche es costumbre castigar a la figurita si su intercesión no es efectiva.

Una tarde de verano dos mujeres de mediana edad hablan por teléfono cada una desde su negocio, una regenta un bar y la otra una pastelería. Aburridas por la falta de clientela, ya habían encerrado a sus respectivas figuritas de San Pancracio cada una por su lado, una en un armario y la otra en el congelador.
La del bar decide cerrar el negocio y reunirse con su amiga en la pastelería. Allí las dos, muy enfadadas con el santo, lo sacan del congelador y empiezan a maltratarlo a conciencia. Lo golpean contra el mostrador, lo tiran al suelo y pronto tenemos a dos mujeres hechas y derechas liándose a patadas y pisotones con la figurita.
Esta vorágine se ve interrumpida por otra, la de un tropel de clientes que llenan de repente el local.
Y alguien dirá quizás: «¿Vendrían del bar al encontrarlo cerrado?».
Bien, y añadamos a eso: «¿O es que San Pancracio reaccionó tras la tortura?».

“…
De camino al tren revisó su estómago, ni rastro de las cosquillas que había sentido en su primera cita a ciegas. Descubrió sin sorpresa que ya ni siquiera le hacía ilusión.
Estaba ya cerca del Matraka y decidió entrar para saludar a Frank, como siempre con un estrecho abrazo. Aún seguían abrazados cuando Victoria se despidió para continuar andando hasta la estación. Ya en el tren metió la mano en el bolsillo del pantalón para acomodar la tela que parecía tener algún doblez o algún objeto olvidado. Era algo duro. Al sacarlo vio con espanto que era un dedo negruzco y seco, parecía un meñique.
…”

La noche de los tres errores de Carlos Cala.

Vi,
creí lo que vi,
quise lo que creí…
pero al volver a mirar sólo tenías el aspecto de persona recién mirada.

Ricciotto Canudo

Poema citado por Rudolf Arnheim en Arte y percepción visual.

“Cuando adviertes que de todas las vidas que querías vivir sólo puedes escoger una, estás transformándote en adulto. A ciertas alturas de la vida uno ya empieza a ser lo que ha hecho… y lo que no.”

I don’t like domingos de Carmen Montraveta.

“La tele es una manera fácil de enterarse de cosas. Pero dudo que viéndola el suficiente tiempo se pueda uno enterar de todo.”

Carlos Colina en su artículo «¿Y todo esto para qué?» en la revista Flashes.

“…
Hágase esta pregunta: ¿Cuál es el contrario de AHORA?
[…]
¿Qué ha contestado usted? ¿Nunca? ¿Antes? ¿Después?
Pues ya sabe usted si es o no fatalista.
…“

En la sección “De aquí y de allá” de Carlos Baudry en la revista argentina Nueva. La revista del interior.