“…
Los devotos invocan a Dios y le ruegan que interceda a su favor como quien llama a un servicio de urgencias. Y Dios no está para esas cosas, no puede, no da abasto. La jerarquía celeste está colapsada:
Los serafines, encargados del papeleo, se pasan la eternidad tocando el arpa; los azules querubines revolotean graciosamente en lugar de hacer llegar las demandas a las escalas más bajas de la jerarquía celestial. […]
Total, para que después no contemos más que con uno o dos ángeles destinados para atender a los desconsolados de una ciudad mediana, típico de un sistema excesivamente burocratizado. Pobres devotos, están en manos de los eternos funcionarios.
…”

En Ecce ego de Armando Vitale.

Más que de puño y letra

La comunicación siempre ha sido compleja y pese a que las nuevas tecnologías han multiplicado las vías posibles para llegar a los demás, también algunas veces merman los matices del mensaje en sí y se hace difícil su comprensión. ¿A quién no le han faltado recursos para reflejar el tono de un correo electrónico? ¿Quién no ha echado mano de emoticonos, admiraciones excesivas, interjecciones inverosímiles…? Y más aún, ¿a quién no le ha incomodado la frialdad de un escrito recibido en el que no se percibe estado de ánimo alguno?

Nuestro teclado Pathograph hace una traducción fidedigna de nuestro estado de ánimo al texto que escribamos. ¿Cómo? Adapta las grafías a la presión ejercida por los dedos al teclear. El teclado dispone de un software que modifica el color, tamaño o grosor de los caracteres según el trato que el teclado reciba. Si se teclea con suavidad el texto aparecerá con atributos equilibrados, pero, en cambio si escribimos con un ritmo acelerado, aporreando las teclas, el texto aparecerá en mayúsculas. Y de ese modo quedarán atrás esos textos asépticos que tanto nos confunden. La comunicación será, por fin, transparente, más que de puño y letra.

Sobre bosques y prados
Las blancas nubes
Y el cielo azul y claro

Y sobre el verde oscuro
El cielo abierto
Que envuelve el viento libre

Tierras de Normandía
Entre los verdes campos
Vuela un pájaro

Hay nubes de verano
Tierra verde y plana
Caballo blanco

Tras los altos árboles
Esperanza de un cielo
Que en azul se abre

Los campos rodeados
Por sus guardianes
Comparten verde y ocre

En su verde remanso
Se solaza en silencio
Un viejo pueblo

Por el verde horizonte
Orgullosa en su piedra
Hay una iglesia

Aire que me promete
Encontrarme a mí mismo
En lo lejano

Camino de piedra gris
Brilla en plata el tejado
Refleja el cielo

A través del camino
Tallos de verdes yerbas
El viento suave

Como blancos gigantes
En el cielo se ven
Molinos de viento

Tapiz de tierra y verde
Suave ondulación
Bajo el cielo dibuja

Campos de Normandía
Agradecido cielo
Vacas pastando

Carreteras extrañas
Sobre árboles casas
Una gran luna

Daniel Lubinovich y Marnie Braddock

Concursos de estalactitas de escupitajos

El fenómeno nació en Olivehurst (California), que también estuvo tristemente de actualidad por el asesinato de un profesor y tres alumnos en 1992. Allí mismo pero en la década de los 1950, un puñado de alumnos se dedicaban a datar la resistencia de escupitajos colgantes del techo de las aulas. Este inusitado interés fue el origen de lo que se llamó Loogies Stalactites Contest (Concurso de estalactitas de escupitajos) e incluso se extendió a otros centros. En estos concursos se valoraba tanto la longitud como la durabilidad de los escupitajos resecos escupidos en el techo y se otorgaban premios. Estas prácticas fueron prohibidas y sobreviven ya solo en la memoria de algunos exalumnos, como el que me contó la historia.

“…
Por alguna extraña razón pretendía llegar a tiempo a la reunión. Ya pasaban varios minutos de las 10 y, además, ni siquiera tenía claro qué debía decir. Sin embargo, aceleró el paso. Las explicaciones -que su jefa, por supuesto, no iba a comprender- no podían esperar.
De pronto sintió un leve choque en la pierna derecha, por encima de la rodilla. Primero pensó que se trataba de abeja o algún otro estúpido insecto, pero un sonido metálico en el suelo justo después del impacto pulverizó esta hipótesis. Se detuvo, buscó por el suelo el objeto misterioso y vio con asombro que el objeto que aún rodaba por el suelo junto a sus pies era nada menos que UNA BALA.
Tras comprobar que su pierna continuaba en perfecto estado de revista, le aterró la idea de que alguien hubiera podido disparar contra él y empezó a girar sobre sí mismo escrutando las ventanas de los edificios circundantes. La más aplastante lógica le hizo ver que él, un chupatintas insignificante, no podía representar una amenaza para nadie y debía tratarse de un azar. Pero, siguiendo la única opción que conseguía considerar: ¿A qué distancia se tiene que disparar una bala para que rebote en una persona sin causarle daño alguno? Pronto su mente se proyectó hacia lo inverosímil: “¿Es que puedo parar las balas?”.
…”

«El gran Fali Moreno» en Superhéroes de rojo celofán, recopilación de cuentos del Colectivo Cineflux.

Dejar de fumar, toda ayuda es poca

Dejar de fumar es una tarea dura, lo sabemos. Cualquier técnica de apoyo para lograrlo merece nuestra atención. Es por ello que apreciamos las sugerencias recibidas en torno al estudio del principal residuo de la adicción tabaquista: la colilla.

Cada persona apaga el cigarrillo según éste ha sido fumado: en función del disfrute que ha producido, de la saciedad producida, del entorno en el que se fuma…
El campo que se abre ante nosotros es asombroso, la Morfología de la Colilla refleja el acto mismo del fumar en toda su extensión y de su estudio detallado dependerá el éxito del noble propósito de abandonarlo.