“…
Los devotos invocan a Dios y le ruegan que interceda a su favor como quien llama a un servicio de urgencias. Y Dios no está para esas cosas, no puede, no da abasto. La jerarquía celeste está colapsada:
Los serafines, encargados del papeleo, se pasan la eternidad tocando el arpa; los azules querubines revolotean graciosamente en lugar de hacer llegar las demandas a las escalas más bajas de la jerarquía celestial. […]
Total, para que después no contemos más que con uno o dos ángeles destinados para atender a los desconsolados de una ciudad mediana, típico de un sistema excesivamente burocratizado. Pobres devotos, están en manos de los eternos funcionarios.
…”

En Ecce ego de Armando Vitale.

Más que de puño y letra

La comunicación siempre ha sido compleja y pese a que las nuevas tecnologías han multiplicado las vías posibles para llegar a los demás, también algunas veces merman los matices del mensaje en sí y se hace difícil su comprensión. ¿A quién no le han faltado recursos para reflejar el tono de un correo electrónico? ¿Quién no ha echado mano de emoticonos, admiraciones excesivas, interjecciones inverosímiles…? Y más aún, ¿a quién no le ha incomodado la frialdad de un escrito recibido en el que no se percibe estado de ánimo alguno?

Nuestro teclado Pathograph hace una traducción fidedigna de nuestro estado de ánimo al texto que escribamos. ¿Cómo? Adapta las grafías a la presión ejercida por los dedos al teclear. El teclado dispone de un software que modifica el color, tamaño o grosor de los caracteres según el trato que el teclado reciba. Si se teclea con suavidad el texto aparecerá con atributos equilibrados, pero, en cambio si escribimos con un ritmo acelerado, aporreando las teclas, el texto aparecerá en mayúsculas. Y de ese modo quedarán atrás esos textos asépticos que tanto nos confunden. La comunicación será, por fin, transparente, más que de puño y letra.