“…
Vi muchos cristales, varios coches de policía y mujeres que lloraban gritando “¡Se ha ido por ahí!”, tengo dos teorías:
Número 1, han matado al hombre de cristal.
Y número 2, el cegato del pueblo se ha quedado sin gafas y corre sin control.
…”

Fragmento de la película El Cascarillion de Douglas Adams.
En la imagen, escultura de Dan Rothenfeld.

Después de haber padecido durante interminables años hambre y privaciones,
después de haber sido abandonado
por decenas de mujeres
que corrieron a los brazos del triunfador de turno,
después de haber soportado con paciencia de monje
paternales consejos,
amistosas palmadas,
suficientes sonrisas,
confidencias idiotas,
vagos aplausos corteses de los instalados
en mullidos sillones,
después de haberme visto arrastrado a oficiar de bufón en sus fiestas,
de ingenioso en sus bailes,
de profeta en su tierra,
después de haber sido repetidas veces
humillado por mediocres,
vejado por cretinos,
ignorado por insignificantes,
pisado por tramposos,
postergado por quienes, en el mejor de los casos,
os lo juro, valían
menos que yo,
después de, en fin, haber fracasado en todo con estrépito,
he decidido por decreto ley,
solemnemente,
proclamar sin pudor QUE SOY UN GENIO
Y QUE LA HUMANIDAD NO ME COMPRENDE.

Joaquín Sabina

En la imagen, Hombre que anda a trancos de Alberto Giacometti.

La lejía solidaria

En contraste con las lejías habituales la lejía solidaria es tolerante con las diferencias entre las prendas. Nunca intentaría uniformizarlas imperialistamente blanqueándolas por un igual, ya que eso no respetaría sus orígenes textiles ni sus pequeños dramas individuales.
Esta es nuestra lejía porque sabe que todas las prendas son iguales y distintas al mismo tiempo, y lo acepta.

“Nuestras virtudes nos hacen diferentes, pero respecto a los vicios todos somos iguales. No olvidemos que los pecados capitales son solamente siete.”

Declaración de principios de Andrew Jackson en El tigre bajo el sol de Jevetta Adams, comentando El manantial de Ayn Rand (inspirado en la vida del arquitecto Frank Lloyd Wright).
Ilustración de Lorenzo Goñi.

«…
El viaje hasta las montañas iba a ser largo. No iban a dejar la carretera en, al menos, cuatro horas, así que se arrellanó cómodamente en su asiento de acompañante. Mientras, David conducía y cambiaba de nuevo de música. Susanne aprovechó el momento para hacer poner en práctica el consejo de Charly, debía “concentrarse en un detalle y dejar que la idea surgiera”. Eligió un coche que les adelantaba por el carril rápido y permanecía diez metros delante de ellos, un Picasso. Y la idea surgió: su tubo de escape iba a caer. Abrió los ojos, sorprendida, como si el tubo ya hubiera caído. Pero el tubo no cayó y el coche siguió avanzando hasta que se perdió de vista. Susanne perdió inmediatamente interés en el experimento.
El siguiente coche que se colocó a la misma altura del Picasso fue un Toyota cuyo tubo de escape, de repente, empezó a rozar el asfalto.
-¡Mira! ¡A ese coche se le ha soltado el tubo de escape! No se ha dado cuenta, vamos a decírselo.- Dijo Susanne agarrando a David por el brazo.
– Ya se dará cuenta, ¿no?- El hombre no se inmutó.
– Por favor, hazle luces, no te cuesta nada, va…- Ella sabía que con eso no bastaría.- Es que me he concentrado en un tubo de escape de otro coche y se le ha caído a este…
– ¿Qué?
– Va, avísale, el tío no se ha dado cuenta…- El tubo empezó a despedir chispas y David accedió ante las súplicas de Susanne. Se colocó detrás del Toyota y le lanzó algunas ráfagas. El conductor reaccionó y comprendió que no se le pedía que se apartara sino que se trataba de alguna avería. Se desvió hacia la siguiente salida y David le siguió. Un hombre gordo de mediana edad se bajó del coche y empezó a rodearlo meneando la cabeza para encontrar el desperfecto.
Los chicos bajaron también y Susanne le dijo nerviosamente que no podían dejar que continuase el camino sin decirle que su tubo de escape estaba suelto. El hombre gordo les agradeció el gesto y se quedó allí observando la gravedad del asunto mientras David y Susanne se dirigían ya hacia su coche para retomar el viaje. David le dijo, riendo:
– ¿Por qué no le has dicho que has sido tú? – Ella le miró con apuro y finalmente dijo:
– Porque no es problema mío.
…”

Primera premonición de Susanne en Lejos de aquí, cerca de allí de Marie-Eve Bisset.

“…
Llegué poco antes de la hora convenida a la biblioteca pública, me dirigí hacia el mostrador, sabía que cualquier vacilación mostraría mi inexperiencia como enlace y no titubeé:
-Soy la hermana de Merrill, vengo a por la pistola. McKenna está al corriente.
Los ojos de la mujer me atravesaron como rayos X y se levantó con gesto decidido:
-Sígueme, está aquí.
Abandonó con total discreción su puesto frente al que varias personas continuaban haciendo cola ordenadamente.
Me condujo por un pasillo silencioso, mientras caminaba estiró de un colgante de su cuello que terminaba con la llave con la que abrió la puerta del almacén. Allí estaba el paquete, me lo entregó. En ese justo instante mi vida anterior se cerró con un portazo.
…”

Fragmento de El sendero del caracol, obra escrita conjuntamente por varios autores.